Edición Nro. 2 Año 2022,  Nota Aguda

Expresiones de origen subsahariano en la música de Las Villas

Victoria Eli Rodríguez

Introducción

La revista El Eco de Las Villas, a la que me sumo en esta oportunidad, contribuye a estrechar aún más los lazos que me unen al equipo de dirección y editorial de la publicación, al frente de la cual se halla la MSc. Angélica Solernou. También estas líneas me aproximan al hogar de mi familia materna, cuya vida transcurrió entre las ciudades de Caibarién y Remedios. En Caibarién aún viven mis primos, el saxofonista Julio Rodríguez Eli —discípulo e incondicional colaborador del maestro Marcos Urbay en la Banda de Música de Caibarién—, y su esposa María Elena. El parque, la banda y la retreta de esta localidad están en la memoria familiar y es el sitio al que trato de ir cada vez que me resulta posible.

Por otra parte, a la antigua provincia de Las Villas, en su actual división política administrativa, Santa Clara, Sancti Spíritus y Cienfuegos, acudí como parte del grupo de trabajo del Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana (Cidmuc), entre los años ochenta e inicios de los noventa del pasado siglo, para hallar respuestas a muchas interrogantes no resueltas en relación con la cultura musical local y regional. La realización del proyecto de investigación, conocido mayoritariamente como el «Atlas», que llevaba adelante el Cidmuc, nos llevó en un muy consolidado equipo de investigación por todo el territorio nacional «para hallar los hilos conductores que nos guiaran hasta los principales protagonistas […] que hacen perdurar y renovar las tradiciones».[1]

El «Atlas» pretendía alcanzar una visión general y orgánica de los instrumentos y conjuntos instrumentales cubanos. La indagación desde la musicología en las microhistorias locales nos permitió conocer una diversidad y riqueza en las prácticas musicales y músico-danzarias de Cuba que —aseguro desde la mayor honestidad— eran casi desconocidas para nosotros. Los estudios sobre las historias de la música suelen escribirse desde las capitales de los diferentes países. Allí se centraliza la mayor actividad económica, política y cultural; hacia allí se producen los principales flujos migratorios. Esto trae consigo que quede en segundo plano —o sea, casi desconocido— lo que ocurre fuera de estos centros urbanos capitalinos donde se concentra el poder.

Es por ello que al trabajar lejos de la capital habanera y andar por otras rutas y caminos, fue necesario pertrecharnos de la bibliografía disponible —don Fernando Ortiz, el indispensable, entre otros— y unir a la organología las relaciones interdisciplinarias con la antropología, la historia, la lingüística, la cartografía y la acústica, por solo citar algunas. Sobre todo ello estaba la necesidad de establecer nexos afectivos y de respeto con cada uno de los protagonistas que nos abrieron sus casas y nos mostraron la diversidad de las prácticas que atesoraba la región en ciudades y pueblos de población numéricamente diversa, capaces de destacar como exponentes patrimoniales no solo para la localidad, sino para todo el país.

Este número de El Eco de las Villas permite al lector el encuentro y el reencuentro con la riqueza y variedad cultural de la región, con énfasis en lo que significa para la música de la zona y de Cuba los aportes de las culturas africanas subsaharianas que, recordando de nuevo a don Fernando, participaron en ese ajiaco particular que es la cultura y la identidad de la nación cubana.

Una identidad en continuos cambios y procesos de enriquecimiento que toma y da en medio del complejo mundo globalizado que vivimos, y que se nutre de las mezclas y de los nuevos resultados que generan los movimientos migratorios que afectan a la humanidad en su conjunto. Precisamente ha sido el intenso movimiento migratorio que se inició hace siglos y se mantiene en la actualidad, uno de los fenómenos que más repercusión ha tenido en el devenir musical de Cuba.

Los trasvases culturales. Realidades del pasado en el presente

Sobre la presencia e influencias de las culturas africanas subsaharianas en la región, asunto central de este número de la revista, cito lo recogido en Instrumentos de la música folclórico-popular de Cuba. Atlas,publicado en tres volúmenes por el Cidmuc (1995-1997): «según la información de los archivos parroquiales en el área centro occidental de Cuba, durante el apogeo de la trata esclavista [entre finales del siglo xviii y primera mitad del siglo xix]+ la población africana resultó la más numerosa y en ella los congo fueron los más estables […]. Tal denominación devino denominación metaétnica»[2] para aludir al conglomerado multiétnico y multilingüístico bantú —procedente de la parte norte del río Congo y extendida hasta el sur de Angola— que estuvo presente no solo en la zona central de Cuba, sino también en otros territorios de la isla.

En varios sitios de Santa Clara, Cienfuegos y Sancti Spíritus, en zonas urbanas y rurales, nos encontramos con cabildos y sociedades donde se reiteraba una y otra vez la presencia de los antepasados «congos» en la región: el Cabildo de Congos Reales San Antonio de Padua, de Trinidad; el Cabildo Congo San Antonio, de Palmira; el Cabildo Congo de Lajas y el Cabildo Kunalungo, de Sagua la Grande, eran evidencias de aquellas comunidades y su descendencia cubana, que recreaba prácticas rituales y festivas. Algunos de los instrumentos de música conservados son vestigios de esas prácticas, transformadas por la variabilidad que imprime la oralidad en la trasmisión de la memoria individual y colectiva.

Otros grupos sociales que reconocían su ascendencia africana eran aquellos vinculados a la denominación multiétnica llamada generalmente lucumí —también con diversas procedencias dentro del ámbito cultural antecedente yoruba—. Los espacios domésticos eran el marco de celebración para ritos y fiestas asociados a la religiosidad popular, como acontecía en el Cabildo Iyesá Santa Bárbara, de Sancti Spiritus, y en el Cabildo La Divina Caridad, de Cienfuegos.

En 1982 conocimos en Sancti Spíritus, a la antigua dueña del cabildo iyesá, Nicolasa Valle. Aunque durante los trabajos de campo no se halló en ese momento prueba documental alguna que confirmase la fundación del cabildo, los testimonios de algunos informantes y datos encontrados en la prensa —años después— por la musicóloga Analesse Brizuela, referían la existencia de ese cabildo en la región ya en 1894. Estábamos, entonces, ante una institución de más de cien años de existencia.[3]

La comunidad cohesionada por vínculos religiosos al antiguo Cabildo La Divina Caridad, de Cienfuegos, poseía en su casa templo un conjunto instrumental poco conocido que conservaba elementos morfológicos y terminológicos de los tambores dundún, de ascendencia yoruba. Sus portadores llamaban a sus instrumentos con los nombres «originarios» dundún, mezclados con voces afines a otros tambores de antecedente yoruba o mestizados dentro de la disímil connotación de tambores de bembé.[4]

La provincia de Cienfuegos, tal como fue recogido en la década de los ochenta del siglo xx, contaba con tambores con la denominación de dundún, en los cabildos San Roque, El Cristo y Santa Bárbara, de Palmira; algunos eran conservados parcialmente en los cabildos Santa Bárbara, de Cruces y Abreu y en varias casa-templos de Lajas, Rodas y Aguada de Pasajeros; y también en Placetas y Ranchuelo, localidades cercanas a la provincia de Villa Clara.[5]

El único juego de dundún con una morfología cercana a las referencias en África se hallaba en el Cabildo La Divina Caridad, de la ciudad de Cienfuegos. Cabe preguntarse ¿qué ha sucedido desde entonces con esas prácticas musicales que se escuchaban en los ochenta y que, sin lugar a dudas, eran una particularidad [Y1] local y regional? 

En las provincias de Sancti Spíritus y Cienfuegos estas agrupaciones y las otras aludidas anteriormente de ascendencia bantú, sus instrumentos y repertorios, la comunidad que se reunía o reúne en sus espacios ceremoniales y festivos, estarán en los objetivos de reestudio de los investigadores actuales, por la escasa o ninguna presencia de estos referentes en otros sitios del país, y sobre todo —insisto— por la singularidad y el dinamismo que le otorgan a la región.

Hacia las palabras finales

Los conjuntos instrumentales vinculados a diversas esferas de la práctica en espacios domésticos, festivos y rituales permiten apreciar desde el pasado el transcurso de los procesos históricos y de la herencia cultural unida a la cohesión de diferentes grupos humanos y a las transformaciones, interinfluencias e hibridaciones que convergen en la construcción de la nación cubana. Contar con la evidencia material de estos instrumentos permite una lectura que va más allá del análisis organológico para transitar por la conexión con los contextos económicos, sociales y culturales de la región villaclareña.

Son muchos los agentes activos en los diálogos y en las interpretaciones identitarias, donde la permeabilidad entre los diversos estratos sociales generó disímiles expresiones de la cultura popular. También las relaciones transculturales en los contextos de la música académica, tuvieron en la antigua provincia de Las Villas una notable repercusión nacional y una importante proyección internacional.

En El Eco de Las Villas se ven reflejadas varias de las escenas de la cultura musical en la región, con prácticas de diversa índole que parecen enfrentar la tradición con la modernidad. Todo lo que acontece en estas escenas no puede desvincularse de las transformaciones generadas por los cambios sociales, políticos e ideológicos. Si bien ambas categorías —tradición y modernidad— se sitúan al parecer como pares antagónicos, hay agentes sociales y culturales como los que se reúnen en el Grupo de Investigación Musical de Las Villas que, en el estudio y reestudio de lo que acontece entre los protagonistas actuales, avalan y fundamentan la condición que se les atribuye a sus prácticas como patrimonio local y como patrimonio nacional

Las páginas de la revista El Eco de Las Villas se enriquecen con la constancia, dedicación y agudeza de las aportaciones de los investigadores que se suman a ella. Se dan respuesta a pasadas y nuevas interrogantes; sobre todo, se muestra cómo los mecanismos sociales y culturales interactúan en la transformación, reconstrucción —y no pocas veces el olvido— de las tradiciones que conforman el patrimonio cultural, donde la dualidad entre lo tradicional y lo moderno, más allá de ser un escollo, es un reto para continuar el trabajo frente a las dificultades que la cotidianidad pone ante nosotros.


[1] Instrumentos de la música folclórico-popular de Cuba. Vol. 1, Cidmuc, Ciencias Sociales, 1997, p. 1.

[2] Jesús Guanche (1997). Instrumentos de la música folclórico-popular de Cuba. Atlas. Vol. 1, p. 19.

[3]  Analesse Brizuela (1997). Instrumentos de la música folclórico-popular de Cuba. Atlas. Vol. 2, p, 356.

[4]  Carmen María Sáenz Coopat (1997). Instrumentos de la música folclórico-popular de Cuba. Atlas. Vol. 2, pp. 357-362.

[5] Carmen María Sáenz Coopat. Ob. cit., pp. 362-363.


 [Y1]Pedir a Laura fotos de los tambores dundún de Cienfuegos, tomadas por Carmen María Saénz.

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