Actualidades,  Edición Nro. 2 Año 2022

La Parranda Típica Espirituana: cien años de tradición

Saylí Alba Álvarez

Vengo de Jesús María

cantando un punto sabroso

con mi primo melodioso

No le temo a la porfía.

Sancti Spíritus es una de las primeras villas fundadas por el adelantado Diego Velázquez en 1514, ubicada en el centro de Cuba, se distingue por poseer una historia musical auténtica, resultado del componente hispano que, mayoritariamente, se asentó en estas tierras; en un primer momento, como parte del proceso de conquista y colonización a que fue sometida la Isla y, más tarde, por la inmigración procedente de Islas Canarias. Trajeron consigo sus cantos, sus tonadas y su forma de asumir e interpretar la vida.

La música campesina ocupó un lugar muy importante en esta tierra; su manera de interpretarse se distinguirá de las diversas variantes identificadas en otras zonas de Cuba, por lo cual adopta, posteriormente, la denominación de punto espirituano. Se caracteriza por ejecutar el punto fijo, variante donde las décimas utilizadas como texto son aprendidas y los cantores dependen del acompañamiento musical; no a la inversa, como sí ocurre con el punto libre. Los cantadores de punto espirituano pueden interpretarlo solos o a dúo y esta última peculiaridad ha identificado Sancti Spíritus, en cuanto a música campesina se refiere.

Atendiendo a los contextos sociales, ya desde finales del siglo xviii la prensa de la época comienza a reflejar esta particular manera de cantar en la villa, asociada a la práctica de andar «de parranda»[1] por diferentes lugares, lo cual no era muy bien visto entonces:

Entre la juventud que vive de su trabajo hay individuos que apenas trabajan una semana, piden lo que por ello les corresponde y solo piensan [en] andar de parranda. Su felicidad suprema consiste en ir a casa de su prometida y cantar y bailar al son de un tiple y un güiro, o de acordeón y tambor…[2]

Como se puede apreciar, es posible que ya el articulista se refiriera al fenómeno de andar de parranda en Sancti Spíritus, práctica que vería su esplendor en la primera mitad del siglo xx por los festejos del Santiago Espirituano y las competencias que se realizaban en las diferentes modalidades de música campesina. Es muy posible que la nota anterior se refiriera a los cantares identificados como punto, con los instrumentos musicales que le corresponden.

Otro ejemplo de la presencia del punto espirituano en el siglo xviii, esta vez más preciso, se obtiene en una entrevista a Rafael Gómez Mayea, Teofilito, gloria de la música espirituana, quien, refiriéndose al punto espirituano, dijo:

Yo desde muy pequeño oía a esos cantadores de esquina, porque en mi época buscar uno que tocara guitarra había que buscarlo con candil: nadie tocaba guitarra, lo que más se tocaba era bandurria, pero cantaban solo a dúo y yo oí aquello y me enamoré de aquello. Cuando yo tenía conocimiento, me decía mi padre que esas tonadas existían desde que él tenía uso de razón, desde la guerra del [19]68. [3]

Sin embargo, la legitimación del punto espirituano ocurre a partir del siglo xx, asociada al tributo a Santiago de Compostela. Según fuentes documentales, desde 1655 se asentaron en Sancti Spíritus colonos hispanos procedentes de Santiago de Compostela, con la arraigada costumbre de homenajear al santo patrón. Con el tiempo, la celebración se volvió pagana y a mediados del siglo xviii el Santiago Espirituano comenzaría a distinguirse de otras prácticas culturales criollas, por los paseos a caballo, comparsas, calles enramadas, palos o cerdos ensebados, carreras de vehículos, juegos de participación, empleo de disfraces, entre las actividades colaterales a la celebración religiosa.

Los primeros años del siglo xx serían determinantes para consolidar el punto espirituano en la región, puesto que, además, asumió un papel protagónico en el Santiago Espirituano, impulsado por el movimiento cultural llamado guajirismo, que pretendía «limpiar» las huellas de origen africano de la cultura cubana. Se exaltaron los cantos del campesino y otras prácticas no tuvieron difusión. Así lo explica Argeliers León:

Se pasaba por un movimiento de guajirismo, en el que estaban muy interesadas las clases dominantes, con lo cual se tapaba el bochorno de la esclavitud del negro y se buscaba un prototipo de lo cubano lo suficientemente limpiode aquel antecedente. Grupos capitalinos y en las principales ciudades de Cuba, de negros y mulatos inclusive, imitaron los cantos del campesino, tomaron la guitarra y el laúd, se vistieron de guayabera, sombrero de yarey o un jipi, un machete al cinto que no formaba callos en las manos, unas botas y espuelas que no se irían a clavar a caballo alguno, y estos grupos cantaban sus décimas…[4]

En Sancti Spíritus esta política se expresó de varias formas, una de ellas fue la representación de escenarios rurales, tal como lo expresa Edy Castillo, un aficionado del punto espirituano:

Recuerdo que cuando en los carnavales la gente se disfrazaba, se ponía caretas y andaban así por las calles. También en la calle de Bayamo hacían unos bohíos de guano, y por Colón también hacían bohíos y en la parte de afuera ponía un taburete con unos muñecones y alrededor se ponían los parranderos a hacer sus puntos.[5]

También Ramón Jiménez, hijo de parranderos y último de los músicos que compartió escenario con los Sobrino,[6] cuenta:

En el Santiago Espirituano, antes de la Revolución y en los primeros años también, se hacían casitas de guano como si fuera en el campo, con matas de plátanos y todo, dentro se ponían muñecos de trapo fumando tabaco y ahí tocábamos nosotros, entonces el jurado pasaba y nos evaluaba.[7]

El punto espirituano tuvo tal popularidad en las fiestas del Santiago que la prensa registra músicos muy notables para la cultura espirituana como Miguel Companioni, trovador, invidente, gloria de la ciudad, autor de gran cantidad de números musicales y también director y compositor del Coro de Claves de la calle Santana. Otros nombres registrados en las publicaciones periódicas son los de Marcial Benítez, autor de la conocida tonada espirituana titulada Palmarito; Serafín Salas, que se distinguía por los altos registros melódicos con que cantaba sus tonadas; el Trío La madrugada, integrado por tres importantes músicos espirituanos; y los hermanos Pascual, Armando y Marcelino Sobrino Guerra.

A estos últimos debe la historia el mérito de haber popularizado el punto espirituano a través de diferentes agrupaciones que formaron para las competencias del Santiago Espirituano, hasta fundar la Parranda Típica Espirituana. Esta agrupación musical, conocida también por el pueblo como «Parranda de los Hermanos Sobrino», arribó a su centenario en julio de 2022.

Los hermanos Armando, Pascual y Marcelo Sobrino, procedentes de la barriada Jesús María, ubicada en la periferia de la ciudad, eran músicos empíricos. Sus padres, Enriqueta Guerra y Ramón Sobrino, llegaron a la ciudad en busca de trabajo y se quedaron en la casa de la calle San Telmo n.o 24, vivienda que adquirieron después de vivir de forma ambulante en las fincas donde conseguían trabajo. Los hijos nacieron allí y crecieron con las necesidades propias de la época, no asistieron a la escuela ni aprendieron a leer ni a escribir, excepto Marcelo, Marcelino, que aprendió de manera autodidacta.

Durante el trabajo de campo realizado por la autora se entrevistó a varios familiares y conocidos de estos hermanos, que dieron testimonio sobre la infancia y juventud y las penurias del período neocolonial o republicano que la familia tuvo que enfrentar.

Mi padre nunca fue a la escuela, aprendió a leer en papeles que se encontraba en la calle, escribía bien poco; sin embargo, tenía una facilidad asombrosa para componer, hacía los versos a mente y no se le olvidaba nada. Mi tío Armando no sabía leer ni escribir, pero no había nadie que sacara cuentas más rápido que él.[8]

Los hermanos Sobrino tuvieron una infancia de pocos juegos, apenas entrada la adolescencia se iban al campo a ver quién los contrataba por dos o tres días y llevar el dinero a la casa, donde los esperaban los otros hermanos y los padres. Entre ellos, Estrella Sobrino,[9] su hermana preferida.

Conocí a los Sobrino desde niños, da la casualidad que son familia de mi compañera, estábamos en la familia. Nacimos en San Andrés, que ahora se llama Jesús María. Vivimos un tiempo que era la época del quilo, había un hambre terrible. Desde niños traían pollos del campo para revenderlos y ayudar a los padres. Después se murieron los viejos y los hermanos se quedaron solos en la casa. Se llevaban muy bien.[10]

Las personas que los conocieron en las calles de Jesús María los identifican fácilmente en medio de aquella época histórica decadente por los reveses económicos del gobierno norteamericano.

Desde niños vivíamos en Jesús María, los Sobrino, como nosotros y como casi todos, eran muy pobres, extremadamente pobres. Para ganarse algún dinero sacaban arena del río para venderla. Tengo los recuerdos muy dispersos, pero sí sé que eran músicos autodidactas y que andaban con los instrumentos para todas partes.[11]

Éramos del barrio Jesús María. Vivimos una época mala, mala. Ellos eran músicos, no solamente Armando, Marcelino y Pascual, una hermana de ellos que se llamaba Estrella también era rumbera.[12]

A pesar de su formación autodidacta, tenían un acople de voz que los convirtió, según testimonios del pueblo, en los padres del punto espirituano. Tal era su apego a aquellos cantos que quedó inmortalizado en esta cuarteta: «cuando los Sobrino mueran/ adiós pueblo espirituano/ se acabó el punto cubano/ en mi tierra yayabera».

La fecha registrada como fundación de la Parranda Típica Espirituana es el 19 de julio de 1922. Sin embargo, no parece posible tanta precisión para el surgimiento de un proceso cultural de tal magnitud, si se tiene en cuenta que cantaban el punto espirituano a dos voces y coreado, ya con un repertorio establecido de décimas aprendidas y una composición mínimamente estable, lo que les permitió obtener el primer premio en el certamen de ese año. Es posible que la fecha se deba, entonces, a la de la competencia efectuada, donde se registran por primera vez bajo el nombre de Parranda Típica Espirituana.

A partir de entonces, de manera ininterrumpida, se presentan todos los años en las competencias del Santiago, con diferentes nombres e incorporando otros cantadores de manera ocasional. Cada año obtienen los principales premios de los festejos, excepto en 1958, cuando la celebración quedó suspendida por las pascuas sangrientas que enlutaron Cuba.

Las fiestas del Santiago eran un acontecimiento único en la región. Un mes antes de la fecha señalada comenzaban las celebraciones alrededor del parque. Los hijos de los hermanos Sobrino los recuerdan esperando esa fecha.

En las cantatas que se hacían en el parque una vez mi hermano Rigoberto se presentó con un grupito, porque él quería ser músico como mi papá, le puso «Conjunto Venceremos». Arístides Gutiérrez lo vio y le preguntó: «¿Qué tú haces aquí?» «Vengo a competir con mi grupo», le contestó. Arístides gritó: «Marcelino, ya tenemos el dinero del premio en el bolsillo, mira con quién vamos a competir». Ganó mi papá con la Parranda, yo me acuerdo que la canción que cantó mi hermano decía algo así como: «arete, sapo piloto».[13]

La reputación de los Sobrino como buenos cantadores recorría las calles de Sancti Spíritus y eran solicitados para fiestas, serenatas, intercambios de mercancías en las ferias, etcétera.

Ellos tenían un pariente que se llamaba Fidelio Guerra, que era dueño de una casilla ubicada detrás de la actual plaza del mercado; ahí vendían carnes de puerco, de vaca, chorizo, pescado, vendían de todo. Ese pariente los invitaba a tocar en su casilla y las personas venían a comprarle por oír a los Sobrino. Cuando se iban, les daba un ensarte de pescados o un pedazo de chorizo, eso lo vendían, pero las cosas casi no costaban, usted iba al mercado y pedía dos quilos de yuca, dos quilos de calabaza o de boniato. Eran tiempos de mucha hambre. También hacían jabones para vender. [14]

Los Sobrino eran la imagen del típico espirituano, alegre y jaranero. En su época se relacionaron con músicos que hicieron historia y que constituyen símbolos identitarios de esta ciudad, como es el caso de Gerardo Echemendía, Serapio, con quien tuvieron amistad no solo por ser de la misma zona, sino porque Serapio también fue músico popular de las agrupaciones de coros en Sancti Spíritus, con una historia muy vinculada a la historia de la parranda espirituana, por desarrollarse en el mismo contexto.

Yo conocí a los Sobrino. Eran más que pobres, muy humildes y muy honrados, lo que hacían era trabajar y andar por ahí con los instrumentos tocando y pasaban el sombrero para que le echaran algo. Armando vendía queques. A veces Teofilito lo acompañaba e iban conversando de pregón en pregón […] Esa familia era de músicos, tenían una hermana que era rumbera también.[15]

Los Sobrino ensayaban en la calle La Gloria, esquina a Jesús María, ahí pasaban largas horas. Teofilito les hacía los arreglos musicales.

Para cantar se paraban separados, no tenían ni que mirarse, parecía que salía una sola voz. […] Los Sobrino se sentaban en la acera, como si estuviesen conversando, y estaban montando voces, ellos nada más que tocaban en la, e iban adaptando las melodías.[16]

Las personas que vivieron aquella época afirman que los Sobrino eran los dueños del Santiago Espirituano, que cuando la celebración se acercaba se les veía en las zonas cercanas al parque con los instrumentos a cuestas, acompañando a poetas y cantando punto espirituano.

Al lado del cine Serafín Sánchez Valdivia había un tablado y una escalera de madera, los interesados en cantar iban por el día a inscribirse y cantaban por la noche; el parque parecía un hormiguero y, si cantabas mal, te daban unos campanazos que se oían en la Iglesia Mayor. En esas canturías siempre ganaban los Sobrino.[17]

Los Sobrino también interpretaban sones y guarachas. En los primeros años de la década del treinta la Parranda Típica no solo se presentó en los bares y esquinas, sino que fue contratada por el comercio para hacer anuncios y propagandas de mercancías y bebidas.

Después que ellos formaron su grupo, el comercio, que eran empresas, los alquilaba para que le hicieran composiciones en las tiendas a las diferentes firmas comerciales. Una de las letras que ellos hacían decía así: «Mamá, mira, con la Polar en la calle», y eso lo repetían como estribillo, entre punto y punto, con cualquier tonada. Yo no sé cómo todo les cuadraba… Ellos solamente no cantaban puntos, hacían rumbas, arrollaban en las comparsas y tenían una hermana que también era rumbera. [18]

Según las fuentes consultadas y la revisión de archivos documentales, uno de los lugares donde más se presentaron los Sobrino fue en la emisora radial. Así se registra en la Síntesis Histórica de Sancti Spíritus:

el 19 de noviembre de 1923, la emisora radial 6-KW, desde el central Tuinucú, trasmitió un programa que fue captado con toda su nitidez en esta jurisdicción, pues se instalaron primitivos radiorreceptores en varios poblados […] culminó el programa radial con la interpretación de un zapateo cubano, y la Parranda [Típica] Espirituana cantando los inmortales puntos yayaberos.[19] 

Cuando terminaban las presentaciones pasaban a un bar que había en la esquina del parque y cantaban puntos esquineros —variante del punto espirituano que se ejecuta sin acompañamiento musical—, en discordia con la parranda de los Cuéllar, Los Bigotudos, que eran de la zona norte de la ciudad.

En la emisora de radio también los contrataban, estaba ubicada cerca del parque, ahí anunciaban el Santiago Espirituano y, entre anuncio y anuncio, cantaban puntos. Con el triunfo de la Revolución continuaron anunciando el Santiago, entonces le llamaban Santiago Socialista.[20]

En el año 1938, se organizó por la radio emisora CMHB un concurso de cantos típicos guajiros y El Fénix publicaba «que el pueblo espirituano todo disfrute de este concurso que, sin duda alguna, cantará una vez más la gloria de nuestra música criolla genuinamente popular».[21] Sin embargo, la música, como las demás manifestaciones artísticas, representa un estado social, y si reflejaba cualquier tema que no estuviese en consonancia con lo establecido, era reprimida. «Si venía la policía y no les gustaba [lo que cantaban] nos llevaban, tenías que andar bien pelado, si no te pelaban. No había trabajo para nadie. Los Sobrino, igual que yo, buscábamos quien fuera a hacer una casa para cargarle la arena y que nos dieran unas pesetas».[22] 

Los hermanos Sobrino se dedicaron a la parranda, a sus presentaciones e interpretaciones. Conformaron su repertorio con un grupo de décimas que se cantaban de forma anónima en Sancti Spíritus desde la época de la colonia; las popularizaron, por eso la historia los simboliza como los padres del punto espirituano. Las personas que tuvieron la oportunidad de compartir su arte con ellos, afirman que vivieron dedicados a su música, a la agrupación.

Cuando la madre de ellos murió, estaban de fiesta en un lugar que se llamaba «El derramadero de los negros». Avisamos por radio. Armando fue el que lo oyó y vinieron enseguida. La verdad es que era muy vieja y se encontraba enferma. Fue un mal momento para los tres. Eran muy cariñosos y muy sentimentales. Tenían la sensibilidad de los artistas, de los creadores.[23]

Con la institucionalización de la parranda, los Sobrino continuaron trabajando con antiguos puntos y tonadas que conformaban su repertorio, aspecto que se tuvo en cuenta para la subvención y protección del grupo. Se retiraron por enfermedad, sin desentenderse de la parranda.

La Parranda era la vida de mi papá. Él no podía vivir sin eso, enfermo de muerte, se pasaba el día cantando puntos. Recuerdo que cantaba: «Una vieja de un palo mató la perra / porque le parió un perrito / rabimocho y sin orejas».

Mi tío Pascual murió del corazón, fue el primero en morirse. Era jorobado, tenía un problema en el cuello. Armando murió en la casa, de un infarto, ya caminaba con falta de aire. Cultura le puso la Banda de Música para el entierro. A mi papá no le pusieron nada. Solamente fueron nueve personas. Venían a verlo poco. La Parranda vino, un día de su cumpleaños cuando estaba muy enfermo y a él le encantó, pero se puso a llorar y le pedimos que no vinieran más. Murió en al año 1971. El tres que él tocaba lo donamos al museo. Está ahí, igual que la botijuela de Arístides.[24]

La parranda, como agrupación de las calles de Jesús María, recogía a todos los cantadores que se sumaban con sus puntos. Así, cantaron como aficionados Leonides Pastor Quesada Cruz, Tito Molleja, cantador de punto esquinero; Argelio Farfán, que cantaba puntos espirituanos; Marcial Benítez, el Sinsonte Espirituano, uno de los mejores cantores de punto; y Rogelio López, que tenía un programa de radio y luego trabajó en la parranda.

Los primeros instrumentos que tuvo la agrupación fueron la guitarra española, que la tocaba Rafael Gómez Mayea,[25] quien, además, era compositor e integrante de agrupaciones de tríos y director del Coro de Claves y Rumbas de Jesús María. Tocaban el tres: Marcelino, primero; y después entró Ramón Jiménez a tocar el tres primo y Marcelino continuó con el tres acompañante. Las claves, por Armando en sus inicios; el güiro, por Pascual; el bongó, por Joseíto Marín y, después, por Cipriano Guerra, Tatita; la botijuela, finalmente, por Arístides Gutiérrez.

Justamente, la botijuela fue el instrumento que más autenticidad ganó en la parranda. Entró a Cuba traída por los españoles como envase de aceite y otras sustancias sensibles a contaminarse. Se utilizó además en las construcciones; como tenía forma cóncava se ponía en las paredes para que los rayos solares se detuvieran en su interior y refrescara el ambiente en las viviendas. También la utilizaban algunos adinerados dueños de esclavos para enterrar riquezas. A decir de Fernando Ortiz, se necesitaban unos pulmones bien fuertes para hacer sonar esa tromba. Arístides Gutiérrez, quien tocó la botijuela en la Parranda Típica Espirituana por más de treinta años, se refiere a cómo se introdujo en la agrupación:

Marcelino tocaba un poquito el tres, entonces nos fuimos a la casa de Marcelino Sobrino a ensayar, eran días próximos a las fiestas santiagueras y habían [sic] infinidad de parrandas en Sancti Spíritus, entonces nosotros nos inscribimos para optar por un premio, cuando fuimos al jurado para conocer cómo estaban las cosas, nos comunicaron que la parranda que estaba en primer lugar era la de Chicho Pontes y que nosotros estábamos en tercer lugar pero había que hacer tres presentaciones, en la segunda vuelta, frente al jurado y público, yo me vestí de Cuba y Pedro Valdonado, también fundador, se vistió de Liborio, empezamos a bailar, la competencia era en los portales del Parque Serafín Sánchez.

[…] y entonces nos dijeron que ya estaba bien, que estábamos en el segundo lugar, pero a la tercera vuelta había que presentarse tocando la botijuela y alegaron, que era lo típico de Sancti Spíritus, que nosotros bailábamos bien y todo eso pero que no teníamos botijuela y hasta los días de hoy no he dejado de tocarla.[26]

Orlando Toledo, quien fue director de la agrupación por cuarenta años, en entrevista realizada, explica por qué se cambió más tarde la botijuela por la marímbula:

Muchas personas me criticaron por haber quitado la botijuela de la parranda. Cuando yo entré, ya Arístides estaba muy viejito y casi no podía soplar, tenía falta de aire, yo lo sentaba y fíjate como eran esa gente de los Sobrino que había que estarlo velando porque quería agarrar la botijuela y soplar. Después la tocó un tiempo Chicho Moñoño y Lázaro Rodríguez Morejón, pero entendimos que era mala para la salud y pusimos la marímbula. En definitiva, en la parranda todos esos instrumentos caben: marímbula, machete, quijada de caballo. Antes se usaba hasta la tumbandera, cuando el guateque era en una casa de campo.[27]

Esa botijuela antigua se encuentra en el Museo Provincial de Historia de Sancti Spíritus. Las diferentes fuentes escritas difieren si en los inicios la agrupación utilizó el triángulo. Ramón Jiménez alega al respecto: «ellos sí tenían triángulo, un triángulo viejo y oxidado, fíjate si es así que lo tocaba mi papá verdadero, […] Ernesto Márquez».[28]

Hubo un tiempo que la Parranda tocaba también dos machetes, pero tuvieron que dejar de hacerlo porque no los dejaban entrar a algunos lugares, como en las prisiones o en actos donde participaban personalidades, por una cuestión de seguridad. Los machetes los tocaba Rómel Rodríguez Pentón, Cheche.

No existe ninguna fuente oral ni escrita donde se defina de manera clara cuántos integrantes formaron la agrupación desde sus inicios hasta que adquiere su nombre. Al parecer, cualquier persona que se acercara con instrumentos podía parrandear. Los encuentros eran de ocasión y algunos estaban motivados por el pase del sombrero. «En la Parranda eran cuatro o cinco los fijos, los demás se acercaban para coger algo también en el pase del cepillo. Lo de ellos era la peseta».[29] Desde sus inicios, la Parranda Típica ha sido puente y asidero de varias generaciones de músicos. Por sus instrumentos ha pasado una larga lista de nombres que no se completa; sin embargo, después de protegida la agrupación por la política cultural cubana, el expediente recoge la siguiente nómina como los fundadores:

  • Pascual Sobrino (cantante)
  • Armando Sobrino (cantante)
  • Marcelino Sobrino (tres)
  • José Gutiérrez (guitarra)
  • Arístides Gutiérrez (botijuela)
  • Pedro Valdonado (clave)
  • Manuel Yero (güiro)
  • Farfán Madrigal (triángulo)
  • José Marín (bongos)

En cuanto a su instrumentación, la Parranda de los Hermanos Sobrino o Parranda Típica Espirituana no fue diferente al resto del movimiento parrandero cubano: fusión perfecta de español y africano. Lo español, por los instrumentos de cuerda; y lo africano, por los de percusión. El estudio de esta particularidad a lo largo de la historia verifica que esta forma de cantar la música campesina se mantiene aun cuando las condiciones que le dieron origen desaparecieron. Entre las agrupaciones campesinas de la región espirituana y el movimiento parrandero en particular, esta es la única agrupación que mantiene la tradición en sus instrumentos, aun cuando algunos fueron sustituidos.[30]

La agrupación se distingue por el empleo del punto esquinero, peculiar manera de cantar que también data de los primeros años del siglo xx y se practicaba generalmente en bares, cantinas y comercios. Como texto, se empleaban cuartetas aprendidas y transmitidas de una generación a otra a través de la oralidad. Estas composiciones constituyen un repertorio estable y único, considerando que el escenario social en el cual se expresaron y consolidaron desapareció con el triunfo de la Revolución cubana en enero de 1959.

La práctica del punto esquinero en Sancti Spíritus era muy común en el período republicano; es decir, existían muchos cantadores de punto que coincidían en los establecimientos donde se vendían bebidas alcohólicas, principalmente, aguardiente. Los cantadores pasaban el sombrero y recogían monedas que le ofrecían los espectadores. Desaparecido el contexto social republicano, desaparece también la práctica del punto esquinero en los bares y las cantinas espirituanas.

Es, entonces, el momento en que, protegida la Parranda Típica Espirituana por la nueva política, incluye esas cuartetas en el repertorio ejecutado en actividades, programadas y organizadas por las instituciones de Cultura. El punto esquinero pasó a ser una práctica docente, de estudio, de rememoración de una época pasada.

Los temas de las cuartetas utilizadas como punto esquinero eran de querella, riposta. Era común que dos cantadores, unidos en una sola voz, corearan:

Cantador que se dilata

conmigo no forma coro,

si tiene el pico de oro

yo se lo pongo de lata.  

A lo que otra pareja de cantadores podía contestar:

En la calle de Sobral

están fabricando un puente

con las costillas de un guapo

y la sangre de un valiente.

En un minucioso trabajo de campo, se recogió gran cantidad de cuartetas empleadas en el punto esquinero, conservadas hoy en la memoria colectiva de los espirituanos. Algunas de ellas son las siguientes:

El gallo que es fino

que venga a cantar aquí.

Cantará después de mí,

de lo contrario no canta.

II

Nosotros los espirituanos

mucho que nos divertimos

y el dinero que gastamos

a nadie se lo pedimos.  

III

Ven, cubano, cuando quieras

que te vamos a esperar

para reír y cantar

en la fiesta santiaguera.

IV

Canto de noche y de día

porque el cantar me divierte

y tan solo con la muerte

dejaré la diversión,

Sírveme un trago de ron

ligado con aguardiente.

Otro aspecto que culturalmente define la Parranda Típica Espirituana es el empleo de estribillos entre la cuarteta y el puente, o entre décima y décima, al final de cada punto. Los estribillos también son aprendidos y heredados, y gracias a que se incorporaron al repertorio de la agrupación han llegado hasta nuestros días. Un ejemplo de estribillos, son los siguientes:

Un zambumbear, un zambumbear

con miel de abeja.

Si se mueren las muchachas

¿Qué hacemos con tantas viejas?

II

Anota Flora

Pita Camión

se está llegando la hora

de darme un trago de ron.

III

Ave María, Ave María,

¡qué muchacho!

Lo mandé a buscar cerveza

y se apareció borracho.

La Parranda Típica Espirituana, desde su fundación, ha mantenido un repertorio estable con décimas emblemáticas popularizadas en la región espirituana. Los hermanos Sobrino incorporaron estas composiciones, anónimas en su mayoría, al repertorio de la agrupación. Así se han conservado a lo largo del tiempo.

En síntesis, cualquier estudio de la Parranda Típica Espirituana, debe tener en cuenta los dos momentos históricos o etapas que han determinado sus particularidades. Un primer momento está asociado a su surgimiento y al período republicano, cuando se reunían en los bares y comercios de bebidas alcohólicas y cantaban sus puntos y tonadas motivados por la festividad, ambiente en el cual los músicos eran recompensados por las monedas adquiridas en el pase de sombrero. También las presentaciones en el Santiago Espirituano fueron esenciales para su popularidad porque el público identificó la agrupación como parte de lo más autóctono y genuino de la tierra espirituana. El segundo momento está determinado por la política cultural de la naciente Revolución cubana, conformada a partir de enero de 1959, pues entre los grupos portadores de saberes tradicionales que protegió mediante diversas medidas desde 1962 —el salario, por ejemplo—, estuvo la Parranda Típica Espirituana. Desde entonces, las presentaciones se programaron por instituciones de Cultura en espacios como tés culturales, semanas de Cultura, museos, comunidades, casas de abuelos… Esto provocó, no obstante, la pérdida de la espontaneidad peculiar de los inicios, pues la Parrada Típica dejó de presentarse cuando lo ameritaran las festividades populares; desapareció el pase de sombrero en los bares y cantinas y, con ello, la práctica del punto esquinero.

Retirados los hermanos Sobrino de la agrupación por el fallecimiento de Armando y Pascual y la avanzada edad de Marcelino, asumen la coordinación de la parranda varios músicos integrantes, hasta que, por decisión de la dirección de Cultura en Sancti Spíritus, los hermanos Orlando y Julio Toledo asumen la responsabilidad de director y administrador, respectivamente. Ellos estarían al frente de la parranda por más de cuarenta años, celosos y firmes guardianes del legado de los hermanos Sobrino.

Orlando Toledo Morales había ocupado diferentes cargos en la región cultural espirituana, pero «no tenía intenciones de seguir dirigiendo». Fue entonces que Sixto Edelmiro Bonachea, músico espirituano que ocupaba también un cargo importante en la Región Cultural, le ofrece dirigir la Parranda Típica Espirituana. Acepta y tiempo después invita a su hermano Julio Toledo a que se incorpore como bongosero, plaza que ocupó un tiempo, hasta que pasó a voz segunda de su hermano Orlando.

A los hermanos Orlando y Julio Toledo se debe la continuidad de la agrupación. En su labor se encargaron de nuclear a jóvenes músicos, con responsabilidad y amor a la tradición. La mayoría de los integrantes lleva más de veinte años de permanencia.

En la actualidad se distingue la parranda por contar con dos voces primas esenciales, Guillermo González Vázquez y Nicomedes García Hernández. Ambos entraron a la agrupación muy jóvenes y cultivan las diversas variantes del punto cubano. Nicomedes García es, además, intérprete de música popular y participa de manera activa en varios espacios culturales en defensa del punto espirituano por toda la nación. Recientemente, tuvo la oportunidad de participar en un proyecto internacional, en México, representando el punto espirituano que cultiva la parranda.

El repertorio de la Parranda Típica Espirituana se ha enriquecido por las composiciones de Guillermo González, Julio Toledo y otros autores, pero se respeta la autenticidad del punto espirituano popularizado por los hermanos Sobrino en esta joya cultural, patrimonio musical del centro de la isla y de la nación.


[1] El término parranda tiene dos interpretaciones en el contexto espirituano. Por una parte, se refiere a ‘andar de fiesta, de juerga’, y se emplea para identificar festividades asociadas a la música campesina donde participan instrumentos de cuerda y percusión y se interpretan géneros campesinos, también conocido como guateque. Por otra parte, se utiliza también para denominar agrupaciones de música campesina con formatos estables, característicos de esta región.

[2] La Propaganda, 1882. [Sin otros datos editoriales].

[3] Rafael Gómez Mayea. Entrevista realizada por Armando Legón Toledo. Documento conservado en la oficina de patrimonio de la Emisora Provincial de Radio Sancti Spíritus.

[4] Argeliers León (1981). Del canto y del tiempo. La Habana: Editorial Pueblo y Educación, p. 95.

[5] Edy Castillo. Entrevista personal, enero de 2014.

[6] Hermanos Armando, Marcelino y Pascual de apellido Sobrino Guerra, fundadores de la Parranda Típica Espirituana.

[7] Ramón Jiménez. Entrevista personal, junio de 2014.

[8] Deysi Sobrino. Entrevista personal, abril de 2010.

[9] Estrella Sobrino fue integrante de los coros de clave. Entró de once años a estas agrupaciones corales, según testimonio de Leoncia Marín Renzolí.

[10] Pablo Hernández Cañizares, integrante jubilado de la agrupación. Entrevista personal, enero de 2010.

[11] Pastor Jiménez Quesada. Entrevista personal, mayo de 2010.

[12] Leonardo González Ortiz, integrante de los coros de clave y rumbas. Entrevista personal, marzo de 2010.

[13] Deysi Sobrino. Entrevista personal, abril de 2010.

[14] Pastor Leonides Quesada Cruz. Entrevista personal, abril de 2013.

[15] Gerardo Echemendía Madrigal. Entrevista personal, abril de 2010.

[16] Romel Rodríguez Pentón. Entrevista personal, abril de 2010.

[17] Pastor Leonides Quesada Cruz. Entrevista personal, abril de 2010.

[18] Pablo Hernández Cañizares. Entrevista personal, abril de 2010.

[19] Orlando Barreras (1998). Síntesis histórica de Sancti Spíritus. Sancti Spíritus: Editorial Luminaria, p.150.

[20] Romel Rodríguez Pentón.  Entrevista personal, abril de 2010.

[21] «Los últimos actos», El Fénix, 30 de julio, 1938. [Sin datos de autor].

[22] Pablo Rodríguez. Entrevista personal, abril de 2010.

[23] Deysi Sobrino. Entrevista personal, abril de 2010.

[24] Ídem.

[25] Teofilito se acercaba indistintamente a la parranda. También fue integrante del Coro de Clave. Según fuentes orales consultadas, casi siempre les hacía arreglos musicales.

[26] Citado por: Clara Pentón Florida y Porto (1995). «Apuntes sobre el Sinsonte Espirituano». Sancti Spíritus, s. p. [Documento conservado en Fondos Raros de la Biblioteca Pública de Sancti Spíritus].

[27] Orlando Toledo Morales. Entrevista personal, junio de 2011.

[28] Ramón Jiménez. Entrevista personal, mayo de 2010.

[29] Gerardo Echemendía Madrigal. Entrevista personal, junio de 2010.

[30] Según el director de la Parranda, fue necesario sustituir los bongoes de cuña por no encontrar fabricantes.

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