Edición Nro. 0 Año 2020,  Gacetilla

Patrimonio musical y medios de comunicación: ¿divorcio a la cubana?

Oni Acosta Llerena

 

En no pocas ocasiones el abordaje de temáticas afines al patrimonio musical desde los más populares medios de comunicación suele significar un verdadero dolor de cabeza. Para unos, prima el empobrecimiento cultural de quienes no ven en lo patrimonial una puerta en ambas direcciones; para otros el divorcio transita inevitablemente por una falla desde lo meramente editorial y, para unos, otros, aquellos y dolientes, el distanciamiento roza lo irreversible de una delicada situación cultural casi insalvable a estas alturas.

Y siendo sincero, creo que todos tienen una dosis de certeza en cada uno de los argumentos sobre el acercamiento con mirada crítica hacia el patrimonio musical cubano. Para ello deberían dinamizarse algunos procesos ¿lógicos? de la rutina informativa y periodística cubana, que bien pudieran revertir esa orfandad mediática a la que es sometido el tema central que nos ocupa. En primerísimo orden habría que identificar cuál o cuáles serían los medios de comunicación más importantes, de mejor alcance o populares, como les llamé al inicio: aquellos que, en determinadas zonas poblacionales o virtuales tendrían voz incidente en grupos que valdría la pena seducir en pos de nuestro interés musical. La tradicionalidad y fortaleza sobre las que antes forcejeaban la televisión y la radio, ahora han visto nuevos actantes que pujan por ganar y generar espacios propios con lenguajes más cercanos a públicos no ortodoxos ni con amplios compromisos culturales sino más bien con apego a tradiciones de todo tipo. Públicos que han sido producto de la diáspora y que, aun en lejanas geografías, continúan identificándose con la iglesia de su pueblo, con sus fiestas, parrandas, bailes y trajes típicos.

Ese segmento emigrado o de paso, también debería ser fruto de una interesante red de canales de información que les brindase datos investigativos y académicos sobre sus raíces, y aportes consistentes en esa dirección. En ello incidiría entonces una estrategia que debería gestarse desde la propia instancia patrimonial: lo primigenio. Teniendo como núcleo una determinada zona con valores históricos y patrimoniales propios, podría pensarse en un acertado portal web que, además de generar y posicionar contenidos en la red, tuviera una concordancia con otros mecanismos similares y no constituyera solamente un sitio inmóvil receptor de visitas, sino un epicentro generador de contenidos y noticias que motivara, a través de disímiles plataformas y de manera inteligente, el debate y lo informacional. Hecho esto, deberían entonces articularse alianzas con ministerios e instituciones que, como líneas estratégicas, bien pudieran difundir el patrimonio musical e histórico de diversas regiones del país —amén de las bondades turísticas y exóticas del entorno— y generar así una sólida estructura cultural actualizada.

Pero, más allá del lenguaje de Internet, un importante mass media es la televisión, y en nuestro país, desafortunadamente, carecemos de un espacio dedicado con seriedad al tema del patrimonio musical, ni siquiera a su elemental promoción, lo cual lacera una parte bien interesante de nuestra cultura. Lo informativo no debe ser solamente la línea editorial que defina el tema en la televisión, sino que deberían estructurarse elementos de peso, a cargo de investigadores, para lograr un programa que visibilice un fenómeno tan inherente e importante como es el patrimonio musical cubano.

Otra arista fundamental, pero casi en desuso por razones diversas, es la mermada producción de literatura y revistas especializadas, cada día en franca regresión, y que aún no alcanza a posicionarse en el entorno digital. Pienso que un real y sincero proceso de estructuramiento legal sobre el tema en el espacio virtual —véase el llamado crossover de lo físico hacia lo digital en zonas como el copyright— se impone. Una legislación que proteja y remunere dignamente a autores que viertan sus trabajos en los disímiles espacios virtuales debe potenciarse, sin temerle a flagelos como el plagio o la piratería sino contando con respaldo editorial y legal, para que se acabe de dar el salto que nuestro pensamiento cultural necesita en lo digital.

Por ello, la generación de contenidos e ideas sobre la temática patrimonial debe buscar sus propios caminos, aunque los escollos también pululen. Y deben tocarse puertas, puntuales y certeras, para lograr un consenso alrededor de un tema donde no pueden permitirse regionalismos de poca monta o caprichos de turno. El estudio, preservación y difusión del patrimonio musical de Cuba está por encima de toda diferencia minúscula que puedan generar quienes, de cultura, nada saben.

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